viernes, 19 de septiembre de 2014

Causas que provoca la Exclusión en los Jóvenes




La franja de las edades comprendidas entre los 15 y los 24 años atraviesa situaciones muy difíciles en la hora actual, que se hacen patentes tan pronto se consideran las áreas más significativas del desarrollo humano. Esta ingrata realidad no es privativa de Ñuble, ni siquiera solo de Chile o América Latina.
 
No obstante, lo que ocurre en nuestra sociedad con relación a los jóvenes, y que encuentra en la alta tasa de suicidios juveniles –superior a la regional y nacional- la expresión más preocupante de este fenómeno, agudiza la convicción de que es impostergable la necesidad de encarar a fondo la problemática de nuestra adolescencia y juventud si se quiere preservar su futuro.
 
Un reciente estudio realizado por el Servicio de Salud Ñuble muestra que pese a la baja general de los suicidios en la provincia, sí hay un aumento en los que son cometidos por adolescentes, pero, además, hay una marcada tendencia entre las personas de bajos ingresos o que viven demasiado aisladas, en sectores rurales, lo que demuestra que la falta de redes sociales de apoyo, de orientación y contención emocional pueden ser una de las claves para entender este comportamiento y poder diseñar políticas efectivas de prevención, advierten los expertos. 
 
Ha sido frecuente calificar a la adolescencia como “edad difícil”, pero la situación que hoy se advierte sobrepasa el perfil de las dificultades que enfrentaban las anteriores generaciones. ¿Qué ha sucedido, dónde se ha quebrado la arquitectura social que sustentaba la maduración de la vida en la adolescencia? Seguramente no hay una sola respuesta.
 
La adolescencia y la juventud son etapas en que normalmente se avanza en los procesos de autonomía e integración. En primer lugar se busca encontrar en el grupo de pares una seguridad afectiva que antes era brindada por los padres; luego, la edad juvenil es la oportunidad de rehacer sobre bases adultas las relaciones familiares, con reconocimiento de la independencia personal ganada y la integración en grupos de actividad madura; por ejemplo, en el trabajo. La actual crisis parecería estancar el desarrollo de la sociabilización. En efecto, el diálogo entre las generaciones ha perdido buena parte de su vigencia, la autoridad de muchos padres claudica tempranamente y los jóvenes no encuentran ejemplos positivos para seguir y caen en la idolatría de los productos elaborados por los medios masivos de comunicación.
 
El ascenso social y el desarrollo personal se han vinculado en las sociedades abiertas con el estudio y al trabajo profesional. Ese es el modo de cristalizar el plan de vida elaborado en la adolescencia. Ahora bien, para que eso sea viable no solo tiene que haber igualdad de oportunidades educativas, sino que también deben existir opciones suficientes en el campo laboral. A este respecto, las cifras -bien conocidas- son desalentadoras. Bastaría recordar que el 30% de los jóvenes entre 15 y 24 años no estudia ni trabaja; que la tasa de desempleo para los varones menores de 30 años ronda el 20% y para las mujeres el 25%. En definitiva, se advierte cómo se están agravando las desigualdades sociales, que llegan a la exclusión cuando desertan quienes están en las mejores edades del aprendizaje y la capacitación.
 
Sin pretensión de agotar una cuestión tan penosa, es indispensable acudir a ciertas claves de la psicología del adolescente, precisamente por ser el tiempo de maduración en que los jóvenes buscan desprenderse de la tutela familiar y todavía carecen de nuevos vínculos suficientemente fuertes que los amarren a la vida. Desde luego, más crece el riesgo si en el hogar lo dejan librado a una autonomía que no sabe cómo usar, si no ha encontrado aún otros grupos donde pueda afirmar identidad y pertenencia, o si ve un destino de exclusión.

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